El siguiente escrito tiene el propósito de explorar la obra que llevaron a cabo los misioneros franciscanos, los dominicos y los agustinos, desde la llegada de Colón a “Las Indias” y unos años después de la muerte de éste. Se sabe que fue hasta el segundo viaje de Colón que llegaron religiosos para evangelizar por medio de la conformación de las encomiendas y el sistema político-social-cultural con el cual se inició la conquista del nuevo mundo.
Asimismo se verán las versiones de algunos autores contemporáneos en relación al mensaje de evangelización que Cristóbal Colón y los sacerdotes llevaron a cabo con los indígenas de “las Indias”. Indígenas que Colón de una manera religiosa identificó como “paganos”, porque los nativos creían en muchos dioses (eran politeístas), pero sólo un dios era el escogido por ellos.
Los franciscanos y el principio de la misión evangelizadora
Es pertinente recordar que el objetivo principal que el Papa Alejandro VI, tenía al donar el Nuevo Mundo a los reyes españoles era la evangelización de los indios; lo que implicaba el logro de transformar sus creencias en ídolos para llevarlos al conocimiento del catolicismo para lograr la salvación de sus almas. [2]
Los primeros misioneros franciscanos llegaron en 1519 a Ulua, Veracruz e iniciaron la evangelización de forma metódica en 1524, donde evangelizaron con el ejemplo llevando a cabo las misas, las ceremonias, las oraciones, los ardientes sermones, los bautismos forzados y la destrucción de templos e ídolos a la vista de los infieles, pero al querer hacer lo mismo en Tlaxcala, los indígena se opusieron a que llevaran a cabo sus enseñanzas, pero el sacerdote Olmedo perseveraba en predicar contra la sodomía y los sacrificios humanos, hasta el día de su muerte en 1524. [3]
Los sucesores a la muerte de Olmedo fueron los dominicos que llegaron en 1526, y los agustinos en 1533, quienes traían la misma misión, evangelizar a los infieles, siendo estos primeramente los indios nómadas llamados chichimecas de Michoacán, Cholula, Huelotzingo y Tlaxcala y el imperio Azteca que ocupaba todo el Istmo de Tehuantepec, y que tenían por idioma oficial el Nahuátl y algunos otros idiomas como el otomí, el totonaco, el mixteco y el zapoteco. Idiomas de muy difícil aprendizaje para los misioneros independientemente de la dificultad que tuvieron para organizar poblaciones en una organización política militar formada por calpullis, que vivían principalmente de la agricultura, donde cultivaban flores y plantas curativas.
Los misioneros llegaron cuando los actos religiosos de los aztecas, estaban impregnados de hechos sangrientos, ya que las divinidades, en particular Huitzilopochtli, exigían víctimas humanas. Además existía un gran número de sacerdotes , llamados profetas o videntes. También se encontraron con la la dificultad de evangelizar a los zapotecas, quienes tenían por habito ofrecer incienso a sus dioses, sacrificar pájaros y sangrarse la lengua y las orejas.[4]
Toda esta variedad de vida de los diferentes lugares a los que llegaron los misioneros hizo que algunos se mostraran optimistas y otros se vieran más opacados en la obra misionera ya que por ejemplo Mendieta, decía “que los indígenas aztecas eran ladrones, perezosos y borrachos; pero buenos para los trabajos manuales y que su misma timidez hacia que ellos fueran dóciles y sencillos”. “Que creían en la vida eterna y que el alma era inmortal y que salida del cuerpo continuaba en el cielo o en el infierno, que para ellos ni el cielo era recompensa, ni el infierno era castigo, y que los indígenas conocían la cruz como símbolo de las cuatro direcciones del universo, con atributo a las divinidades de la lluvia y del viento, y que ellos tenían la certeza de que su dios Huilopochtli había nacido de la virgen Teteoinan, por lo cual Mendieta decía que tenían una vaga idea de lo que era el verdadero Dios”[5]
Pero no era que estos no tuvieran rituales, tal cual los epañoles, solamente que eran diferentes a los de ellos, ya que ellos practicaban la comunión, a veces absorbiendo el corazón de la victima asimilada a la sustancia del dios y dos veces al año comían imágenes hechas de pasta de alimento que representaban al dios Huitzilopochtli. También había una manera de bautismo y una de confesión. Para el bautismo la partera vertía agua y pulque para quitar toda mancha. La confesión, que incluía la embriaguez y los desordenes sexuales, tenía un carácter moral ya que la mentira o la omisión, constituían graves faltas. No obstante los misioneros hicieron invalidas todas las verdades que los aztecas pudieran tener en su propia estimación.[6]